No basta para solventar una disputa, buen corazón, también hay que querer arreglar lo que se ha roto.
Sucedió en el ártico que un explorador, sin otra intención que matar, acabó con todos los rebaños de bueyes azmizcleros, y se fue de allí dejando el territorio patas arriba para la vida salvaje. Vivían allí dos comunidades, una tenía hembras de esos animales, y en la otra, que vivían de la pesca, solo tenían machos para ayudar en los trabajos.
Las distancias entre una y otra eran grandes, ya que una vivía en el norte y la otra en el sur. Y fue precisamente uno del sur el que descubrió el desastre. Y más abierto que los del norte los informó y pidió colaboración para repoblar de manadas los hielos. Al principio el norte, no se dio por enterado, ellos vivía de la pesca y lo de tierra (hielo) adentro, pues como que importaba menos. Y siguieron con sus vidas. Cuarenta días después de aquello, los lobos iban al poblado a devorar los peces que pescaban. Y pensaron en matarlos. Faltos de más imaginación.
Jeremías era un científico que llevaba estudiado la vida en los hielos treinta años. Y ajeno a las pequeñas preocupaciones de las poblaciones de allí, vivía en una estación perdida sobre el blanco desierto. Y un día mirando las densidades del hielo se encontró con una partida de caza. Y les preguntó y le contaron. En aquellos lugares se conversa poco. Y si te encuentras con alguien aprovechas. Quedó consternado Jeremías con lo que le estaban contando. Y en su sabiduría científica, y su formación evidentemente cristiana, les dijo: Quien dialoga se entiende. Y tal vez deban afrontar esto con los del Sur, que por lo que me cuentan, estaban interesados en arreglarlo. Porque permítanme la ligereza, pero seguir exterminando especies, nunca es la solución de nada. A mi entender, claro está.
Y se le quedaron mirando como al profeta, escuchando. Y ahí comenzó el milagro.
Porque quien escucha abre la puerta a la hospitalidad. Y ellos, brutos, pero no prepotentes, viajaron al Sur a buscar soluciones.
Que nunca son fáciles, pero con voluntad todo se puede.
Y ese fue el camino de las repoblaciones. Y nunca más se tuvieron que preocupar de la vida salvaje. Que vivía lejos de sus casas.
Y así os lo he contado.
Bendito el momento de contar.
©ManuelAcostaMás