Comiendo en la Serví.
Cosas del querer. Lleve a mi hija a jesuitas y hasta las tres la espero, y mientras tanto, ¡a comer! Huevos con patatas.
No me hace falta más, con los huevos, con de todo, voy servido.
Solo me falta la compañía. Y así no sobra nada.
Pues como todo, comenzó el tema pidiendo. Y lo primero, buenos días. Y después si podía ser comer huevos fritos. Y si, un clásico es un clásico, y el con qué, con patatas y beicon. Y ya sentado a esperar. Pues igual que si vas al río a pescar truchas y te entra un salmón y lo sacas, allí, recién puesto el plato apareció, como una aparición mariana, mi amiga Orri, y por lo bajini, me dice que qué hacía allí. Y le digo, comer. Y me dice, mirando su reloj, pues tengo que ir a Lecumberri, pero no salgo todavía… Pues siéntate conmigo y me haces compañía, dije antes de que ella terminará. Y recogiendo sedal, le señale la silla. Y placa, que placa, hablamos de todo; Francia, el buen tiempo, y hasta del camino a Santiago, versus albergues, motivaciones, asesinatos, y zumbaos del mundo. Incluidas, sarnas, piojos y chinches.
Y me dice: Llévame al bosque.
Pues nobleza obliga. Y aunque sin entrenar, le dije sí.
Porque quería poner en valor el sitio, pero la compañía es como la primavera que lo ocupa todo.
Y aquella amiga, mejor que el flan.
Orri, la luz de cada día.
Mi amiga.
La vida, bienvenida.
Y el ven y búscame de cualquier viajero del tiempo.
Porque Orri era, un relato que me hubiera gustado vivir en primera persona.
Y así os lo he contado.
©ManuelAcostaMás