NACE MAYO Y VA HACIENDOSE MAS GRANDE. Y ESTE MAYO, SUENA MEJOR QUE EL DEL AÑO PASADO (CUENTOS)

Nace mayo y va haciéndose cada vez más grande. Y este mayo, suena mejor que el del año pasado.
Y una prueba es que me salen los cuentos por todos lados.
Subió Dorotea sin esperanzas a lo alto del monte por ver si veía a Pedro.
Bajó Pedro aquel día a ver a Rodrigo.
Difícil así encontrarse, pero la casualidad se llama «camino» Y subía ella y bajaba él y se encontraron.
Ante la Cruz que marcaba el lugar de la muerte de Apolonio y su familia en un día de tormentas. Cuando un rayo los mató a todos.
Y le dijo él, esforzándose por ser agradable: Epa, Dorotea.
Y ella se puso colorada y contestó: ¡Milagro! Pedro.
Y contestó sagaz Pedro: ¿Dónde? Y vacilona Dorotea le responde: Aquí mismo ¿o no ves a la familia de Apolonio bajo aquel árbol comiendo lentejas? Y pálido Pedro, mira, busca y no encuentra. Como eres chiquilla, le dice cayendo en la cuenta de que le está tomando el pelo. Y recobrando el color le dice: Y ¿cómo tú por aquí? Y la moza le contesta, pues venía a avisarte, sin mucha esperanza de encontrarte, de que Rodrigo a adelantado el viaje y se fue ayer a Salamanca y por ahorrarte el viaje. Pues se agradece ¡REDIOS! que tengo las ovejas pariendo y no me venía bien bajar, pero por un amigo, ya sabes. Si, lo sé. Y por eso subo dejando el aliento. Y miró el color de sus mejillas sofocadas y descendiendo por el canalillo gruesas gotas de sudor. Y comprendió el esfuerzo de Dorotea, Pedro. Y completó su juicio de la situación pensando: Una hembra para imaginar entre mis manos. Y le dijo: Estamos a medio camino, tú del pueblo, yo del aprisco. Y dado que no tengo que bajar más, ni tú subir ¿qué te parece si almorzamos aquí mismo y luego cada uno a su rumbo? Y miró agradecida Dorotea el ahorrar los esfuerzos y dijo que bien. Y en un instante, manta y reparto de comida, ella subía tortilla de patatas y vino. Y él, bajaba queso, miel, y agua de la montaña. Y en un momento almorzando estaban.
Solidariamente.
Consumieron todo en quince minutos. Sin sorpresa, ya que traían ambos, ganas. Y oyendo cantar a los pajarillos se pusieron a hablar. Silencio a veces. Pero por puro enhebrar un nuevo tema de conversación. Y de pronto temblándole la voz a Pedro, le dice: Estás muy guapa. No le dijo, está usted muy guapa. Sino que la tuteo, derribando todas las barreras del decoro. Nunca habían estado tan a solas. Y Dorotea cito un verso de la Biblia a su manera: «Bienaventurados los que se atreven, porque de ellos será el reino de los cielos»
Y quiso entender Pedro lo que quiso entender, y guio su mano hacia la rodilla de Dorotea, que, adivinando la intención, subió su falda para sentirla sin la tela de la falda de frontera. La emoción del hombre crece. Dorotea procura leer en él y sin pensar demasiado se suelta la blusa. Le brillan los ojos febriles a Pedro. Y dice: Niña. Pero ni asomo de niña, una mujer. Una loba hermosa hecha y derecha, está a punto aquella mañana de abochornar al pueblo. Y mira a su alrededor y desnuda su cuerpo perfecto. Y Pedro con una sonrisa de oreja a oreja, se estremece sabiendo que en un instante va a ser el obediente cómplice de satisfacer un cuerpo femenino travieso, perfecto. Y a nada que quiera ser su mujer. Para toda la vida. Y así copularon. Sólo un avión paso por lo alto. Luego él, tiernamente le dice: Lo que ha ocurrido hoy, si tú quieres casarte conmigo… Y tendiéndole los brazos Dorotea, se fundió con él, sellando un pacto profundo, que con el correr de los años, cinco hijos.
Y así os lo he contado.
Mientras, de las lentejas ¿Quién se acuerda? Pues cambiando de color con la luz los fantasmas de Apolonio y su familia, habían terminado las lentejas y miraba admirado Apolonio los muslos de seda de ella. Y miraba su mujer a Apolonio y comparaba sin perderse detalle como ese volcán llamado Pedro dejaba sin aliento a Dorotea, envidiando. Los niños también miraban. Y no pestañeaba ninguno.
©ManuelAcostaMás