No me gusta trasnochar porque me levanto muy temprano.
Y trasnocho para ir al cine, nada de barullos de otra índole, bueno si, un par de cenas. Pero cenar, copa y a casa. Así que todo de tranqui, que madrugo si, o si, aunque salga y me den las tres. Porque haciendo una media me levanto todos los días antes de las cinco de la mañana. Y eso se llama: madrugar.
Y en el capítulo salir, que recuerde, tic, tac, tic, tac, la última vez al cine, hace dos semanas y lo de cenar es más lejano, durante unas vacaciones fue, y el año pasado no fuimos así que calculad.
Pues estoy pensando en hacer una agrupación de gentes que como yo se levantan a horas intempestivas y a funcionar, porque me he dado cuenta de que esto es más común de lo que creía. Y sólo hay que bajar a la calle para ver cuántos insomnes o, tienen las luces encendidas en sus casas o, han sacado al perro a las cuatro o, como yo, deambulan cabizbajos pensando en lo que sea.
Y en este lo que sea, llega la musa y te dice si le das fuego. Pues claro que sí. Aunque no lleves mechero. Porque a una musa que anda por la vía, lo menos es echarle el brazo por los hombros y abrirle el corazón.
Porque si el encuentro es a las cinco, el aire, salvajemente frío, hace que quieras compañía. Y mi musa, oh, hasta un beso me da. Y si húmeda (los doctores hablan del flujo) pues eso, un cuento caliente de esos que salen solos. Porque en escribir, si mi musa voluptuosa respira fuego ¿Quién soy yo para negarle unos muslos rusos, blancos y de piedra, o un sagrado pecho de pezón sonrosado sensual y cálido que a poco que te esfuerces será tuyo? Pues nadie. Porque Irina se llama y sus labios rojos, vienen tan pronto para inspirarme.
Y así van llegado las seis, entrando en Babilonia.
Y de pronto, abré la tienda del pan. Y saludo a Sara. Ah, Sara. Un sueño que te da los buenos días. Y así el amanecer grita: ¡Qué bellas son las diosas!
Y como no tengo planes vuelvo a casa, soñando.
Y anoto: Sara, realmente con esa piel, y acarició la posibilidad de ponerle una corona y convertirla en faraona ¡Y quien fuera entonces el César! Pues veré cómo cruzar el mediterráneo para pasar la noche con ella…
Y así os lo cuento.
©ManuelAcostaMás