DEDICARÉ MI VIDA A SER VECINO. CONCLUÍ: (CUENTOS)

Título: Dedicaré mi vida a ser vecino. Concluí.
Perdió los calcetines y le vi los pies. Bueno, bueno, lo que he dicho.
El caso es que la chica, un canto a la vida, iba desnuda y los calcetines era la única prenda que la protegía del suelo. Pero algo pegajoso en el suelo atrapó a los calcetines tobilleros y se desprendieron de los pies sin queja posible.
Asimismo, momentos antes, breves, entraba en su casa yo, que no la conocía, pero llegaba para darle clase de inglés. El que sabía, claro, no digo ninguna mentira, sus padres querían a alguien de confianza, yo era vecino de toda la vida y me dijeron si no me importaría ayudarla. Y yo les dije que de idiomas andaba justo, pero ellos pedían ayuda a la desesperada. Es igual, me dijo el padre, Maialen no sabe nada. Y a poco que sepas tú, ya sabes más que ella.
Pues me abrió la puerta el hermano pequeño. Un mocoso que me dijo, al decirle que venía dar clases a su hermana: Mi hermana no le espera. Pero pasa. Al fondo a la izquierda su habitación. ¿No están vuestros papás? Pregunté. No. Papá vendrá tarde. Y mamá ha bajado a la cafetería y tardará. Dijo el canijo aquel de no más de cinco años. Buena costumbre, pensé y encaminé mis pasos al fondo del pasillo. Toque la puerta. Y un: Adelante, me dio paso.
Y no sé si esperaba al hermano, al viejo estilo de te vas a cagar cuando me veas así, pero entré y la vi. De cuello para abajo con todas las virtudes de los dieciséis años, y los calcetines. Mi llegada no se la esperaba, e inició una… lo que fuera; escapada, me hago invisible, que me trague la tierra, o salto detrás de la cama como se salta a una trinchera. El caso es que pisó, no sé, algo pringoso y vi como quedaban en el suelo sus mini calcetines. Y mientras la cría volaba cuál mariposa, pensé en Marilyn, no sé por qué. Y ya detrás de su parapeto dice: Vecino ¿Qué coño haces aquí? Y le dije: Tus padres quieren que te ayude con el inglés y venía a conocerte. Pero con una condición. Me dice. ¿Cómo? Le respondo. Cierra la puerta. Soltó. Y lo hice, porque se le oía al hermano pequeño decir «a Maialen se le ve el culo en el espejo, a Maialen se le ve el pipí, a Maialen se le ven las tetas, y volvía la misma tonada»
Cerrada la puerta el niño hablante, definitivamente se debió ir a la tele porque se le dejó de oír y se escuchaban dibujos animados de Tom y Jerry.
Gracias vecino. Erik me llamo. Ya, y yo Maialen. Y se puso en pie. Y me cortó la palabra. Quise decirle tapate, pero no lo dije. Y ella joven y bella, jugueteando con el pelo dijo: Acércate.
Pues con los mismos argumentos que utilizas para defraudar a Hacienda si defraudas, y sin ningún cargo de conciencia, ni piedad, fui hacia ella cual polilla a la luz.
Por supuesto de esto a mis padres ni palabra. Y se alzó sobre las puntas de sus dedos de los pies y me dio un beso de esos que te hacen gemir.
Y sentir como tu cuerpo se pliega a una criatura tan joven como si fuera algo deshonesto me hizo temblar. Pero Maialen me guiaba a la cama con una oferta difícil de rechazar. Así que mentalmente construí un puente que sorteará el pecado y dejé que me desabrochara los pantalones. De lo que ocurrió me sobran motivos para no contarlo. Pero nuestros corazones siguieron latiendo alocadamente un buen rato.
Y aprendí un par de cosas. Una, nunca entres en una casa si no están los padres. Y la segunda, si perdiste la distancia con tu alumna, bueno pues eso, que deje el empleo. Porque dos veces que fui, enseguida cerraba la puerta y menos inglés, todas las cosas del «mete y saca». Y es que Maialen recordaba a una diosa y yo era su esclavo. Y dejarlo fue protegernos.
No fuera que, de tanto ensayo, acabase de jefe de familia. Y ella, por favor, dieciséis así que mejor que sus padres no sepan
Y así os lo he contado
©ManuelAcostaMás

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