Fulgurar. Aureolar
Una mujer no necesita que la aureolen porque fulgurar es su destino.
Todos los que nos dedicamos a oficios creativos sabemos de la necesidad del aprecio de lo tuyo, ajeno. En términos de puro sentimiento de ¿te gusta? Porque lo he hecho con mucho amor.
Catalina salió al balcón
Susana se quitó la ropa
Laura, nadie como Laura
Cristina nació y es amor
Luisa es la luz
Juana la esperanza
Nerea la estrella
Rosa, dulce morada
Pilar ese tren que no quieres perder
Sara, una canción lejana
Montse una palabra: Ven
Águeda. Una suerte
María música
Mariví la vida anterior
Isabel el nombre que mis labios pronuncian porque suena perfecto
Belén ese sembrado perdido y no encontrado
Y seguiría así, pulsando teclas, con todos los nombres del bosque que se agita con el viento y dice: tengo un nombre mágico para ti. Y le respondo: Prefiero decirlo yo. Pero ese que quieres decirme es tan intenso que lo guardo paternal, porque aún no es hora de decirlo. Y llega Manuel, en un poema, que juega a fútbol como parte de mi sonrisa
Y en este diario de amores sin identidad, los nombres de los amigos. Ninguno pongo. Todos saben. Yo sé. Y son una fuerza secreta.
Y de su fulgar mis ganas de seducción.
Hay un barco, y eso me divierte, porque navegó en él, camino al tiempo del frío, cósmico, o al polvo, que borrará todos mis paseos.
Y así os lo he contado
Para que sigáis siendo luz, la única manera de seguir vivo.
©ManuelAcostaMás