Atado estoy, me siento útil. Las tareas valiosas llenan mi tiempo. Más arrastro una condena, descalzo y herido por alguien que duerme a un palmo de mí.
Argumentaréis, sal de ahí. Así con esa facilidad de la costumbre de dar consejos. Pero no veréis mí soga, reforzada de alambre, que me mantiene en ese punto imposible para escapar. Como cualquiera que permanece en la mina, permanece en el mar, permanece en una trinchera de tierra quemada, o cuarenta años después, sigue bajando al bar a por un licor fuerte. Mi abuelo bebía ron. Y nosotros beberemos sangre, la que dejaste azotada por la vida.
Un engaño de niño que prometía caricias y entonces, jugando, apareció un tiburón y te mordió. Para recordarnos que vivir es un juego peligroso. Y más si eres diferente.
Atado estoy, fue difícil para mí. Pero ahora, todo, lo único que puedo hacer, es continuar dando vueltas. Es un tiempo, hasta que me suelte. Y aprenda a valorar lo bueno de estar sometido. Para comprender que mi alma siempre estuvo libre. Y siempre seré un lobo que da calor.
©ManuelAcostaMás