Café irlandés
Apuesto por un cuento corto, después de comer. Y la narrativa va así:
Llegó una rubia tatuada con pañuelo pirata en la cabeza y falda corta y medias negras de red, o reja con flores, de esas de grama grande, mientras sonaba Car Wheels on a Gravel Road de Lucinda Williams, y a mi me dio por escribir historias que nadie conoce, como dice, poco más o menos, la canción.
Canción que se cortó por un clásico del fútbol, F.C. Barcelona, Real Madrid. Así es la sensibilidad oyente. Y en este nivel me fui al baño.
Y estoy en el baño, terminando de vaciar la vejiga y oigo a alguien pedir auxilio. Débilmente. Y comprendí que era del baño adyacente, el de mujeres. Y como dice el refrán que cada cual barra su casa, pues seguí la micción hasta el final. Así dice que debe ser el urólogo. Que aparece en escena de repente y recuerdo que a mí nunca me han hecho un control de próstata. Pero esto ajeno a la historia, que no os distraiga. Bien. Lavadas las manos, salí. Quedarse en el baño a mirarme en el espejo la nariz pues como que no es para mí y no lo hice. Y en ese momento de salir volví a oír la petición de Socorro. Dejando claro que, a aquella chica, nadie la estaba auxiliando y no lo dudé. Entré, leyendo el nombre «mujeres», en dicho baño. Y nadie y una puerta cerrada. Un clásico de película de miedo o de asesinatos. Y hacia allí fui. El aroma, estridente, se te metía en la nariz. Ya sé que algunos criticaran que hable de olores en un baño, pero es que sin ellos uno puede creer que está en un prado y no, era un baño. Un infecto baño de bar. De esos con el letrero invisible de ojo que te puedes coger cualquier cosa grave. Así que no toques, no te sientes, y casi, no respires. Pues era una situación muy comprometida y pregunté: Señorita ¿le puedo ayudar?
Si, por favor, he agotado el papel higiénico y no he terminado y no me puedo mover. ¿Sería tan amable de pasarme un rollo? Oh, sí. Le dije y salí a buscar un rollo donde fuera, pensando que, en vez de auxilio, socorro, podía haber dicho. Alguien me puede ayudar. Pero claro, no sabía muy bien la urgencia. Aunque el olor me decía ¿señorita que ha comido? Pero como un caballero no pregunta. Robé un rollo del de caballeros, que usan menos, y se lo llevé. Y sacó su mano delicada y lo tomó diciendo gracias. Muchas gracias. Y abandoné el W.C. En la tele decían que el Real llevaba dos goles. Y las agujas del reloj, que apurara la caña y al cine. Y eso hice. Encaminándome a la puerta, salía pétrea, la señorita del baño. Yo la seguía viendo como a esa rubia de medias de seda que todos soñamos. Pero se envenenó el recuerdo. Al primer hombre al que iba acercándose la rubia tatuada, se le arrugó la nariz. Y una pareja metió las suyas en los sobacos del otro. Así que deseché la miel de un sueño, murmuré mierda y me fui al cine. Ya que esa siempre es una buena opción.
Y así os lo he contado.
©ManuelAcostaMás