Cinco horas sin luz
Tener luz, es precioso. Y desde que la electricidad entró en nuestras vidas, nuestra forma de vivir, cambió. Y esto que parece tontería, no lo es. Porque vuelva usted a las velas. Nooooo. Y así nos quedamos ayer sin un funeral por un hombre bueno. Porque por lo visto, nadie puede celebrar en la catedral una misa como antes. Y temerosos los curas de no tener la voz de Nino Bravo, decidieron suspender el acto. Las razones, las de siempre. «El comité de pensantes ha considerado que como hay un ciberataque y la luz va y viene es mejor suspender». Y todos los fieles allí congregados dijimos ¿de verdad? Y luego por algo cultural, las pías más de la iglesia, que la iglesia, santiguándose, se fueron conformes, porque si lo ha dicho el Obispo, aquí Arzobispo ¿Quiénes somos nosotras para llevarle la contraria? Pues nadie. Se conjuga así la respuesta interior que se dan los seres sumisos a la curia y en general a cualquier poder, divino o terrenal.
Pero a mí, que subí como pude hasta Santa María la Real, no me hizo ni puñetera gracia. Y pensé seriamente en los inconvenientes de celebrar una misa con los allí congregados. Mucha gente mayor. Mucha monja de convento. Y muchos creyentes, con sonotone. Y luego esa minoría como yo, jóvenes y sentidos que lamentan profundamente la muerte de un Papa, pegado al pueblo, a los que tienen menos. Y pienso que Cristo, hubiera celebrado, en su nombre, el funeral. Pero claro, queda tan lejos aquellos tiempos sin electricidad, que olvidamos con facilidad lo de juntarse en su nombre y celebrar.
Y por supuesto, un dato, la campana María se sigue tocando a mano.
Pero el tema campanas, ni tocar. No sé abrió la puerta al campanario de cerrojo antiguo, ni se subió a lo alto. Nuestra catedral en posición defensiva lo justo abrió las puertas para decirnos que a casa. Y así nos va.
Ni un rezo comunitario. Márchense que no se va a celebrar misa.
Y a mí, estas cosas me hacen dudar. Los que estábamos allí, y no muchos, pese a todo lo que llueve, estábamos allí. En esa pequeña locura de creer en Dios. Y tú, y a ti, que se te llena la boca diciendo que eres pastor ¿dispersas al rebaño? Pues perdona. No te extrañe que en las cunetas ¡cuántos han dejado su fe! Porque vendrán tiempos oscuros. Habrá silencio. Y nuestros enemigos nos perseguirán. Y en torno a una vela rezaremos. Que Cristo es grande. Y que da suficiente luz como para celebrar, en medio de cualquier noche oscura. Y ayer, sólo se fue la electricidad, cinco horas. Y perdonar, los creyentes, merecíamos mucho la pena, como para celebrar. Y ni una oración. A no ser que, como yo, en la intimidad.
Pues arzobispo, me gustaba el estilo de Francisco, como el de Asís, como el de Cristo. Y parece que se nos olvida recogernos en la tranquilidad de un templo, tenga luz o no, para celebrar el mensaje de Cristo, fecundo. Luminoso. Y con un camino claro.
Y todo para meditar.
©ManuelAcostaMás