Ciudad
Esa es mi suerte. Y mientras tanto el campo y sus gentes siguen allí, bajo las estrellas, esa es su suerte. Casi la de todos, porque muchos se vienen a la ciudad, a la batalla de las prisas y el poco tiempo para todo.
La diferencia con nosotros, urbanitas, es que ellos mantienen la fuerza del viento, el espíritu de los bosques, la luz de esa tierra agreste que sabe del sol, la luna y las estrellas. Claro, desde niños explorando inquietos esos entornos tan naturales que, hasta el agua, sabe distinta.
Y vienen las nubes y al son de su música, acompañó a mi cuerpo a la cama de mi piso insonoro. Porque aquí en la ciudad el silencio absoluto es un bien preciado, y en el pueblo el silencio está lleno de sonidos: Las maderas que crujen, la lluvia que cae, el ratón que roe, los animales que se mueven y hacen sonar las esquilas o los cencerros, y cien sonidos más que evocan una vida antigua que aquí en la ciudad vamos olvidando.
Más la ciudad proporciona de todo, quizás exceptuando la libertad, pero aquí la libertad se esconde y se reniega de ella, porque la ciudad tiene una ley distinta. Y no eres tú, es la ciudad, porque en sus manos te pusiste.
Y así os lo cuento.
Sabiendo que siempre que salgo mis pasos me guían al monte…
©ManuelAcostaMás