En el futuro no te veo
Y quizás estés dentro del mundo.
Pero no a mi lado.
Mujer.
Y será la bola de cristal que no tengo, la que me sirve de terapia.
O el silencio antiguo de los monjes que observo como norma de vida, y que desde las profundidades de mi ser me dan serenidad para soltar ese pequeño mundo que tuvimos para verlo marchar flotando entre los miles de reproches que fue el estar conmigo.
Fuimos vuelos distintos y nunca logramos estar de acuerdo en que aquella comida de aeropuerto estaba buena. Y fíjate que tontería. Si daba gusto encontrarnos y hablar de nuestros viajes, pero algo tan nimio y absurdo como lo que se come cuando vuelas, fue un irreconocible momento de aire frío.
Y contemple la escena. Y te dejé partir.
La vida son cuatro días. Y para tres amaneceres dos me dijiste «mierda de sol». Y en los atardeceres: Ve a comprar, que se acaba la leche»
Pues saldrá la luna, mañana, futuro. Y la veré solo para aullar.
Que, de todos los campos y sus flores, tú eras la única y se te extraña, pero te dejé marchar. A buscar tú felicidad lejos de mi árbol. En tu, lo que sea que te haga feliz, exótico o cercano, dónde nunca tuve cabida. Mientras ambos reconstruimos nuestras casas. Yo como hace un hombre. Tú, como lo hace una mujer.
Para decir: Salgo a la calle.
Y allí quizás nos encuentre el amor.
Necesario para cualquier invierno…
©ManuelAcostaMás
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Que seas feliz