EN ESTA ISLA, NO VIVE NADIE (Cuentos o reflexiones, no sé, cosas del 23 de julio jueves)

En esta isla, no vive nadie
Por las calles de Pamplona me encontrarás, ojo, si tú quieres. Tantos días como tiene el año subo al ensanche y nada. Esa es la palabra que el destino, muy moderno, pone para nosotros. Y suelo visitar barrios y pueblos vecinos en mi afán andador, mermado por mi maltrecha rodilla, y obtengo el mismo resultado, nada. Nada más que mi compañía.  Compañera de viaje y a usted le veré si coincide. Más coincidir de forma casual es casi tanto como comprar lotería y esperar que toque. O al menos, así lo creo yo. Fiel creyente de ir a la fuente a buscar agua.
Y aquí, os voy a contar un cuento.
Ganó un premio de lotería y decidió visitar lugares con encanto y salió de Teror temprano. Tranquilo y sin prisa puso rumbo a San Bartolomé de Tirajana, famoso lugar, pero antes quiso ir a Ingenio, otra población con historia. Y seguir camino a Mogán y terminar en la aldea de San Nicolás. Y así lo hizo y no se encontró con nadie. Y eso que no condujo por lugares recónditos, sino por la carretera oficial a cada sitio. Y pensó, luego de regresar a su casa en Las Palmas, «en esta isla no hay nadie». Sin caer en la cuenta de que en la ruta no se bajó del coche, era de noche, y apenas se cruzaba con otro coche, cerraba los ojos. Y fue a su terapeuta a por otro enfoque.
El sensey que eligió era italiano que después de dar clases de inglés se dedicaba a ayudar en lo que fuera. Y los lunes, subía a un barco que faenaba cerca de la costa desde Agaete, los martes, miércoles y viernes estaba en un centro comercial de vigilante, en Las Palmas, los viernes abría su consulta y charlaba. Y el fin de semana, tenía todos los fines de semana ocupados conociendo las islas.
Pues ese viernes allí fue a contarle su conclusión.
Y el buen sensey le dijo: Busca a la gente y encontrarás gente, busca soledad y la tendrás. Valora el tiempo en que vives y que no te turbe que tú vecino te salude. Porque solo uno encuentra algún alivio en los compañeros que al final de vuestros días, se acuerdan de ti. Y para eso basta ir a la fuente a beber agua y saludar.
Y se quedó pensando, somos gente ¿y qué clase de gente somos?
Fin del cuento.
Pues hay individuos que son solitarios y otros sociables y yo me empeño en ser un tercero. Alguien que sea lo que haga lo puedo hacer solo. Y también en compañía.  Porque agradezco un gesto amable, una palabra cariñosa, una mano sobre la mía. Y también el silencio. Porque vivimos en casas, y muchas veces con gente, no hay nadie.
Digo, pienso, creo. Yo, que salgo todos los días a la calle.
©ManuelAcostaMás

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