«En una tarde cambió el destino». (Cuentos)
Tras una vida navegando sin timonel y con un capitán afectado por la demencia, pasó una cosa que hizo que el hijo se diera cuenta del precipicio por el que el barco, mal remado por sus hermanas, iba a caer. Y tomó los mandos.
Tarde para enderezar el rumbo de una nave vieja que se caía a pedazos. Pero sin abandonar la nave, mandó construir balsas para salvar lo que se pudiera. Los primeros pasos fueron un desastre, nada estaba como parecía y el óxido y la podredumbre se reveló en cuanto se examinaron los papeles de bitácora. De aquel episodio quedó el regusto de la traición a una nave que, trasladada a urgencias, el dictamen médico decía que no se podía salvar. Demasiada metralla en las cuadernas avisaba de su pronto hundimiento y había que correr, antes de que el mar los tragase a todos.
Y visitó a todos los que algo tenían que decir, que tuviera que ver con la caída de aquel imperio. Y una vez más el espanto acudió al rescate de «esto hace aguas y se hunde» Porque así son los buitres que ven carnaza y se lanzan a dejar los huesos mondos y lirondos. Fueron años cubiertos de tristeza, los piratas asediaban el maltrecho barco que se hundía, y los que ayudaban iban despacio. Más con el mismo esmero, el nieto del gran marino que fue su abuelo, seguía con las balsas.
Y como casi todo lo que se atiende, terminaron a tiempo. Porque hay que reconocer que tenía muy mal pronóstico. Y fue difícil y costó mucho sacrificio cambiar la titularidad de la empresa naviera para convertirla en barcas de recreo, pero se hizo. Porque siempre hay un futuro y nos tenemos que adaptar a él. Sin creer como pensaba su padre, que Dios proveerá, porque igual no lo hace.
No fue el caso.
Y quizás por eso aún voy a misa. Porque no sabemos nada. Pero cuando todo falla, solo queda mirar al cielo y santiguarse. Porque de aquel barco, hasta el timón de caoba cayó al fondo del mar astillado de tanto machetazo. Y eso es una realidad.
Sin embargo, aprendimos.
Y más vale, porque si no acabareis vencidos por los demonios que asolan la Tierra.
Y así os lo cuento.
©ManuelAcostaMás