Eres esa chica con la que contemplar los atardeceres en la playa junto al mar.
Cierto y fascinante como lo que siento.
Y lo afirmo una y mil veces desde aquí, esperando el momento de encontrarnos cara a cara.
No se detendrá el tiempo
¿Para qué?
Si te encontré al borde del camino, te levantaste, lo andamos un rato juntos y supe siempre colocado junto a ti, que eras ese ser femenino y fresco de dulces palabras, con la que compartir la vida.
Pero tú mirabas otros dragones distintos al lobo mío. Y te fuiste hermosa, siempre revoloteando en el aire.
No te perseguí, tenía mis razones, una estrella de carne y hueso se sentó en mis rodillas y he aquí el desdeño de todo lo demás.
Pero en el viaje, a mi corazón lo destrozaron y esperando ver a dónde se fue el amor, mire el mar. Y vi, frente a aquella inmensidad, sencillamente, tu recuerdo. Y como un pobre, en la playa me senté a contemplar cómo se iba el día y la vida.
Y sin esfuerzo vi crecer tu espejismo junto a mí. Y supe que siempre fuiste mi fiebre y te seguiré soñando hasta mi último invierno sobre la tierra.
©ManuelAcostaMás