Hay luces en el cielo, tantas, como cielo. Que es grande como para aburrir. Y pobre del que hable en el desierto porque por muy simpático que sea, nadie lo va a oír. Y así voy mezclando temas, con la esperanza de que alguien abra su puerta.
Matilde, gran mujer, nació bajo el signo del escarabajo. Que, para los egipcios, ese gran pueblo, era un buen augurio. Y vivió siempre dando luz.
Ahora tiene mi edad y se sienta en la escalera. Y si te sientas con ella conversaremos de todo menos del orgullo, porque ni ella ni yo, nos dejamos manejar por él. Y fuimos siempre capaces de desnudar el alma. Cosa que no todos pueden decir.
De los poetas, poetas, no como nosotros que nos gusta decir cosas bonitas y parecen rimas y no son, recuerdo y se lo dije a Matilde, que me gustaba su poesía. Porque sus ideas así expresadas conquistaban. Y yo ando siempre queriendo conquistar… te. Porque con todo, tú eres mi amiga, y tú mi amigo. Y eso, en este huerto y en cualquiera, bien vale regar, todos los días. Pero vienen vientos y gritas y nadie te oye. Muy aferrados a lo suyo. Y tú, Quijote, diciendo venid, que mi corazón es refugio.
Pues, aunque suenen las campanas. Transitas un desierto que se llama «pobre loco»
Y sigue andando que, con todos los argumentos, si miras al cielo, verás tu estrella.
He amado, amo, y amaré.
¿Qué otra cosa?…
Y me calló.
©ManuelAcostaMás