Incontinencia
Asisto atónito al robo o sustracción del On, revista del fin de semana del diario de noticias, por dos señoras, señoras. Conversadoras y dicharacheras. Y tras metérselo en la bolsa con disimulo, encaran a la camarera y le dicen: Nena, cóbranos los cafés, y méteme cinco eurillos en la tarjeta del trasporte. Y entre, ji, ji, ja, ja inevitable a su edad, o evitable, según se mire, se van, con su presa al despistaje en el bolso. Y su cara de cemento incólume. Como quien no ha roto un plato nunca.
Y luego que hay que luchar contra la corrupción.
En fin, si señoras, pasados los sesenta, son capaces de llevarse una simple revista, que no serán capaces sus hijos, nietos o descendientes. Hijos todos de si no te ven, llévatelo. Y ya sé que no es el robo del siglo, pero es muy sintomático que una revista que la cafetería pone al servicio de todos, acabe secuestrada por quienes no entienden que el sol es para todos y nadie se lo puede llevar por mucho que nos guste.
En fin, por lo demás, parecían majas, de esas que si te invitan a merendar vas encantado. Pero ya veis, las apariencias engañan. Y hasta el más tonto se siente orgulloso de su vil acción. Porque las campanas de la Iglesia, son de la iglesia y allí deben permanecer para que suenen para todos. Y si tú te las llevas, pues perdona, es que no tienes vergüenza ni dignidad. Pequeño bribón que de los robos hiciste tú camino.
©ManuelAcostaMás