Al hilo de, «lo que no se riega, mayo lo seca» voy a decir que las macetas de mi ventana, desde el cambio climático, las tengo que regar desde finales de febrero, principios de marzo. Así que mayo, bonito, tu refrán se ha quedado obsoleto.
Como la fiesta del toro. Y tantas otras cosas interesantes que ya no más. ¿O veis a muchos hablando el arameo? Y eso que era la legua de Cristo, o habéis olvidado aquello de “¡Elí, Elí! ¿lemá sabactani?” cuando le dice a su padre, Dios mío, Dios, mío, por qué me has abandonado. Y se lo dice en arameo. No en hebreo o en el latín de los romanos. Ni en inglés para que lo entendieran todos. Ni en español, ya está, lo he dicho. Que si todos lo habláramos otro gallo cantaría. No, se lo dijo en arameo. Difícil no, lo siguiente. Y todos lo entendimos. Porque cuando hay voluntad se puede cualquier cómo.
Y eso que la traducción moderna que se hace de aquella frase, desde el griego, dista mucho de la riqueza del arameo. Pero pobrecillo, en la cruz murió, y su idioma se perdió, y su mensaje los hombres qué. Si habló de amor de frente. Y a día de hoy, se regatea su mensaje.
Demasiado para mayo. Lo sé.
Pero imposible no recordar su vida al amparo del ser humano. Y ahora decidme que somos buenos cristianos. Pues mosquetero, recuerda: Uno para todos y todos para uno.
Y hoy celebramos el día del trabajador. Porque celebrar el día del trabajo es un eufemismo. Para tapar de forma suave a los verdaderos protagonistas que somos el pueblo.
Que sufre bajo la ira del faraón. Del emperador. Del rey. Del empresario. Y hasta del dueño de los galones de cabo, que se cree Dios. Y te pide que le chupes… o te desabroches… o te comas, lo que sea. Porque te pide una prueba de confianza, llámese valor, para que tú, jovencito, te lances a pecho descubierto contra las alambradas erizadas de espinos, desde donde «el enemigo» ametralla. Y tú, por los tuyos y tu Dios, te tiras, contigo, para que te maten y le pongan una medalla al general. Que hizo de ti, un hombre.
Pues venga, seguid creyendo y nunca saldremos del infame mundo de criados y señores.
Y ahora vamos con los toros. No, que no soy quién.
Si quedan miles de millones, con alma, que devoramos… ¡Ay! de los toros, que nacieron para ser filetes.
Y así os lo cuento.
©ManuelAcostaMás