Poseo sexo, posees sexo. ¿Y de verdad me dices que no te atreves a nombrarlo?
Pues bésame, es con los labios. Y si son carnosos, sensuales, salvajes. ¿No tengo que decirlo?
Pues juguemos a otra cosa.
Emilia Pardo Bazán te sonará, escribió «las medias rojas y otros cuentos feministas»
Y seguro que no llevaba las medias en la mano. Y yo imagino unas piernas largas y esbeltas. Bien torneadas. Y no unos alambres. Unas piernas vivas que besar con nuestros labios.
Y tú ¿Qué imaginas? Pues yo a mi maestra de francés que tenía la costumbre de llevar faldas cortas y medias de colores. Y cuántas veces abría y cerraba las piernas, sentada. Enseñando al coro infantil a estar con la boca abierta y soñando.
Pero vayamos para arriba.
Y dime sirena ¿no te pintan con el cuerpo desnudo y la cola de pez, y tapando tu pecho, el pelo?
Pues las olas en tropel lo echaban para atrás. Y llegaste frente a mí, y no era un monje, y te vi. Y al final pose los ojos en los tuyos y hablamos.
Pero tú cerrarías los ojos ¿verdad?
Pues yo no.
Que, si la diosa quiere ser mi amanecer, pues bienvenida mi diosa y quedo a tu servicio.
Pero tú, frugal, me dices, salido.
Pues perdona amiga sexada. Serás muy doméstica, pero yo aún soy salvaje. Sueño, veo, admiro y describo, chicas brillantes. Que tú no ejerces la prostitución, ni eres de moral distraída, pues bien, para ti. Pero no me digas que una Odalisca en el mundo, que lo que tiene que lucir es su cuerpo, se lo tape, porque te escandaliza. Porque yo lo sueño. Y no me quedó con ninguna. Pero te las cuento.
©ManuelAcostaMás