Santiago, patrón de España, concluyo, aunque no guste.
Escaneé el código QR de un juez, el que usted quiera, y salga a la calle. O quédese en casa, porque esta estrategia de llevar a un juez en el bolsillo para cualquier eventualidad, no siempre resulta, ni rápida, ni sencilla.
Pues resulta que son tantas las leyes injustas, cogidas por los pelos muchas en su moralidad, o simplemente leyes inmorales de pleno derecho, que nos dejan pasmados. Que siempre hace falta recurrir (si nos quedan ganas) a la justicia para que resuelva. Y mi experiencia personal es que siempre vas santiguándote, porque los señores jueces, en fin, son tan humanos como nosotros, y siento decirlo, miran las cosas, dicen que se atienen a la ley, y a lo mejor la resolución, por unos metros no es la que tú esperabas y lo tenías muy claro. Y ante ese contratiempo recurres, si te dejan. Que hay ocasiones en que ni eso. Y tú lo ves claro meridiano. Pero él, no, sentado en su jurisprudencia y en que, sin saberlo tú ni nadie, es amigo de ese banco que dice que le debes una cantidad, de ese señor y su constructora de color fosforito que trabaja por el mundo entero, o simplemente del municipal y su principio de veracidad (tiene tela este principio) que dice que te has saltado un semáforo en rojo, y no. Pero su palabra vale más que la tuya y para el juez es suficiente. Pues así nos va. Leyes injustas por doquier. Políticos corruptos en demasía. Y salga usted a protestar por sus derechos. Lo malo es que son nuestros derechos los que se comen, los pisotean, se mean en ellos. Y ninguno salimos unidos a la calle, ninguno nos personamos en esos casos, a decir que no tienen vergüenza. Nadie va contra Palacio, porque sabemos desde antiguo que quien se mete contra el poder, en el mejor de los casos acaba en If, dentro de su prisión. O muerto, porque a los dioses no les tose nadie. Y no hay jueces, o no los conozco (miento un poco -por el ardor dramático- perdón, porque sé de unos cuantos que han sido enterrados con honores por su valentía denunciando la injusticia) que se atrevan a defender las causas perdidas de gentes pequeñas como nosotros.
Y ahora venga, pensad que otro mundo es posible. Y que nos merecemos gobiernos justos, leyes justas y vivir en paz. Y no siempre viendo como perdemos los mismos. Tu padre, mi abuelo y mil más de gentes que conocemos y se atrevieron.
Y así os lo digo.
©ManuelAcostaMás