Viajeros somos hacia la muerte
Y unos corren y otros van andando
Algunos obedientes en su paso, otros en su desesperación, sin atender razones, cargados de dolor, abandonan el marchar y se lanzan a los brazos de la muerte, obedientes a su mandato y mueren.
Y dadle vueltas, dadle.
Que yo puedo analizar hasta los más nimios detalles, que de la muerte: No vuelve nadie.
Y murió y de allí no se sale.
Y nos quedamos sin él y su todo maravilloso. Y nos quedamos sin ella y su todo maravillosa.
Y asume
Que nunca el tiempo hará que se equilibre tu alma que se quedó huérfana.
Y asume que tu barco sigue navegando sin las mismas luces
Y asume que la vida sigue bajo el sol
Pues ni en la cama habrá tranquilidad porque la muerte nos engulle para siempre.
Pero en esa batalla que vamos perdiendo desde que nacemos, no hay un solo sol, sino una constelación de soles. Y por ellos volvemos poco a poco a sonreír. Y a cada uno, a cada cual, le corresponde un tiempo. Y ese tiempo corresponde a ellos. Los que perdimos.
Y los que acompañamos seremos abrazo, porque nada hay que pueda consolar la pérdida, más que el calor humano.
Y tanto creas como si no, con la muerte acaba todo lo conocido.
Luego ya para los que creen, nuestras almas, nuestros espíritus, atravesaran las sombras para volver a encontrarnos, pero de esto, no hay ni una sola palabra escrita de alguien que haya regresado. Así que se apagará el latir de nuestros corazones y confiaremos en que exista un Dios relojero que lo vuelva a hacer latir.
Pero mientras tanto viajeros, vivos estáis y me encanta deciros que me alivia saber que en vuestras miradas está mi consuelo y que espero que mi corazón anide en vuestros jardines
©ManuelAcostaMás