La virtud, es esa extraña cosa que nadie práctica. Pero nadie es mucha gente así que diré que alguien, algunos, por ser generoso, sí. Porque no se llega a la excelencia sin practicarla. Y en los idearios de las residencias de ancianos, centros de personas con discapacidad, e incluso nuestros bien amados hospitales públicos, se hace alarde de ser los más excelentes entre los justos. Que es más que encontrar un alfiler en un pajar. O pasar por el ojo de la aguja. Pero no pasa nada. Mi ideario dice que es así. Y es como la Biblia. Palabra del dios empresa. O de la señora directora que bajó del monte con las tablas del decálogo que dice que escucho de boca divina y que en piedra pone, que «tú, perro, perra, darás todo lo mejor que llevas dentro exprimiéndote hasta la última gota, por y para tu empresa» cumpliendo con todos los sueños que necesitamos que se crea el público para que sigan trayendo a sus padres, versus familiares. ¡Pobres familias que creen que los cuidan! Sin ver que se puede construir un mundo idílico sobre el papel, que nunca veréis realmente. Porque vuestros familiares van muriendo y al cielo. Y en el centro, fíjate que majos, encendieron una vela cuando murió. Pero de todo aquello de la estimulación, el trato individualizado y de terapia full frame, nada. Porque sobre el papel os dibujaron un rascacielos y os lo creísteis, pero la realidad es que habitaban en un centro lleno de humedades que se llamaba Infierno. Y felices, total, estaban en el otoño de sus vidas y ni se enteraban. Digo, desde la crisis de los 60, donde perdí los filtros.
©ManuelAcostaMás