Cuentos…
La teoría del universitario que tuvo dificultades para ser feliz.
En el universo de nuestros ancestros, pocos, muy pocos llegaban a la Universidad. Y no digamos nada si era la de Salamanca. Aquí en España. Sin valorar la irracionalidad de: primero lo de mi pueblo y luego lo de todos. Que nos tiene espiritualmente luchando por el individualismo. Y vamos con otras que resuenan desde antiguo, cómo Bolonia, Parma, Oxford, París, o la Complutense, o Roma, por ser la ciudad de los Césares.
Pues bien, con este poco de muestra de lo que era llegar a la cima del conocimiento. Vamos con el pueblo. Donde los oficios. Las cofradías de maestros, eran un relato de hasta donde se podía llegar si eras el mejor en lo tuyo. Albañil, carpintero, cantero, o panadero que todos los oficios tenían sus maestros.
Y de mi familia marina recuerdo que defendían a muerte aquello de marinero de primera, o de segunda, o simple grumetillo.
Pero ¡qué os voy a contar!
Y Hércules en su campo de cebada, trigo o alfalfa que era el abuelo, no quería ese futuro para sus hijos. Y a poco que fueran despiertos, los nietos primero, luego las nietas, a estudiar. Que esto no es vida. Y lo decían porque trabajar de sol a sol, es la vida del campo. De las fábricas. De las minas. O de ese prostíbulo muchacha, en el que acabaste con la esperanza de dar a tu hijo un trozo de cielo.
Y ese cielo se llamó: Universidad.
Y ¿Qué pasa? Que a donde iban sólo unos pocos, fuimos a miles. Y todos al grito de ¡por un futuro mejor! Pero la vaca que es la vida, no tenía leche para todos. Y tú, que te licenciaste en económicas, a cambiar pañales en el asilo. Y tú, licenciado en derecho. Pasante de un bufet que tiene un diez por ciento de obra social. Porque todos los imperios tienen su parte de mirar un poco por los menos favorecidos (aunque sea por simple postureo)
Y aquí nuestro licenciado en filosofía. Ole, por los que siguieron los pasos de Platón, Aristóteles o cualquiera de esos grandes hombres que pensaron en un mundo mejor. Porque para dar agua a los camellos no hace falta nada, pero para hacerlo con poesía sí.
Y en eso estamos en que seamos lo que seamos sonemos bien. Porque estudiamos.
Fuimos niños, nos reventamos a estudiar y jugar y crecimos. Creyendo que éramos emperadores y con estudios, seguíamos siendo simples colonos.
Y mi amiga Kalima es filóloga y yo un diamante en cadenita de oro, pedagogo, en el mundo «persa» de los cuidados. (Digo persa por ser una cultura ancestral) Y hablamos de lo cara que está la vida. Y de si funcionario cuando amanezca. Y ahí va la vida como una flecha. Y me jubilé sin ver amanecer. Pues qué más da, si viste todos los atardeceres y fueron preciosos.
Pero los hay que no se conforman con nada. Y explican en el trabajo que estudiaron arte del bueno, del Louvre por lo menos, no del quiosco. Y de los tres que están. Uno botánica en la Abadía, y otro, música en Alemania. Que allí me han dicho que todos saben tocar, al nacer, la flauta, y en esa beatitud, la mayoría otro instrumento con los años, oboes, tubas, y hasta pianos y órganos. Que ríete tú de los que aquí tocan en las verbenas.
Y así pasamos la mañana. Y luego a comer garbanzos. Con los hijos. A los que le explicamos como es la vida.
Y yo les digo que solitaria.
Y mi mujer: ¡ «Quietos en las camas que he fregado!
Y dice mi amigo que acostó a su hijo, un niño tan especial que se levantó siendo un astro del fútbol tipo Pelé, y mi amiga… «Pili», si me ha gustado su beso. Porque Pilis engloba a las mujeres. Y ese beso fue más explosivo que la goma 2. Y cuenta en casa. ¡Pues no! Que si te escucha el Obispo (o la Obispa) dice, que fue violación. Y este otoño duermes en la calle o en la cárcel.
Bufff, cómo va el cuento.
Bueno, concretando. Aquilino no era feliz en lo suyo, que era guardia de tráfico. Porque veía una flor y le salía su ramalazo de Literato. Y acabó dejando el empleo. Puso una casa rural, a escala de sus recursos, y a vivir feliz lejos del tráfico. Podemos decir que se reencontró consigo mismo. Y ahora es feliz escribiendo cuentos.
Que cuentan que la vida es solitaria. Y evoca aquellos abrazos de la familia y amigos. Y sueña que es feliz. Porque encontró una mujer. Y le dijo: Contigo.
Y así os lo he contado.
Cosas que se cuentan de cuatro a seis de la mañana cuando no se puede dormir.
©ManuelAcostaMás
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